La cultura musical peruana

domingo, 31 de marzo de 2013

Salimos de Georgetown

Por fin conseguimos salir de Georgetown!!

Hace unos fines de semana Joel, un amigo guyanés, nos invitó a su cumpleaños. Quería hacer algo grande y así aprovechamos que la semana siguiente se iban los Canadienses para celebrar también su despedida. Así que Joel se lo curró mucho y organizó un fin de semana en Bártica, que es un pueblo un poco en el interior.

Quedamos el sábado por la mañana en casa de Joel. Cuando llegamos ya había gente esperando. Nos sentamos a la sombra de un árbol y en seguida llegó Joel con la comida para el fin de semana. Le ayudamos a descargar y mientras tanto llegó el bus que había contratado, así que metimos toda la comida, mochilas, etc. en el bus y empezamos el viaje.

He de reconocer que estaba bastante ilusionado. Después de casi dos meses era la primera vez que salíamos de Georgetown y que tenía ocasión de ver un poco el país. Guyana no es un país que destaque en infraestructura ni en el precio barato de los combustibles y eso hace que desplazarse sea caro, peligroso y lleve un mucho tiempo así que salir suponía una pequeña aventura aunque fuéramos con gente conocida y un grupo grande.


La salida de Georgetown la hicimos por la parte oeste, cruzando el río Demerara. Este río es uno de los muchos ríos amazónicos que desembocan en la costa guyanesa y aunque es enorme, no es el más grande del país. Para cruzar el río tuvimos que usar un puente flotante que mide 6,4km y que cruza el río de una orilla a la otra.

Una vez cruzado el puente pudimos ver los famosos manglares de Guyana, que tantas ONGs y agencias internacionales intentan proteger. En Guyana los manglares tienen una gran importancia, ya que buena parte de la costa se encuentra por debajo del nivel del mar y cuando hay inundaciones los manglares ayudan a contener el agua. Además de los manglares se veían pequeños pueblitos a los dos márgenes de la carretera donde vive gente que probablemente trabaje en la ciudad, pero que no pueda permitirse vivir en ella.

Pero aunque las vistas eran muy interesantes no terminaba de concentrarme en el paisaje. Probablemente se debiera al chalado que teníamos como conductor, que constantemente intentaba adelantar y que era capaz de conseguir que ese pequeño bus acelerase como si de un deportivo se tratase. Hacía tiempo que no tenía esa sensación y lo que más alucinado me tenía era Marco, que justo a mi derecha había conseguido quedarse profundamente dormido!! Bendito don ese que tiene para abstraerse de peligros como ese conductor y quedarse frito.

Tras unas cuantas gotas de sudorr frío llegamos a Parika, un pequeño pueblo a la orilla del río Esequibo, éste sí es el más caudaloso del país, desde el que salen ferries y lanchas hacia el interior, sobre todo a Bartica. Allí aprovechamos para refrescarnos un poco con un poco de agua de coco y ponernos en marcha al embarcadero, donde una lancha motora nos esperaba para llevarnos a Bartica.

La lancha motora era digna de estudiar para cualquier ingeniero. Digamos que era rápida pese a tener el diseño menos aerodinámico del mundo. Hay cajas de zapatos con más aerodinámica que la dichosa barca. Era toda de madera, con un motor bastante potente en la parte trasera. Llenamos la barca entre nosotros, las mochilas y la comida y a mi me tocó ir al frente lo cual fue bastante divertido.

Salida de Parika en el Speed Boat

El Esequibo no es un río tranquilo precisamente y la lancha iba pegando unos botes de miedo con el oleaje. Mientras íbamos remontando el río hacia el interior íbamos viendo pequeñas playitas con alguna barcaza y material de pesca. Probablemente perteneciera a alguna comunidad que viviera a la orilla del río o un poco más hacia dentro. También habían pequeñas islitas, algunas de ellas con casas del algún ricachón/ artista que había decidido construirse una casa allí, en medio de la nada. Todo lo que se veía en la orilla era una vegetación densísima, pura selva. En algunos momentos me venían a la mente imágenes de Apocalipsis Now, cuando Martin Sheen se va adentrando en las selvas de Vietnam con la lancha en busca de un perturbado Marlon Brando.



Y por fin, tras una hora de saltos, crujidos y salpicaduras de agua llegamos a Bartica. Lo primero que vimos era el puerto, con un ferry cargando pasajeros y mercancias, pero esa no era nuestra parada. Seguimos un poco más adelante y a las afueras del pueblo vimos una casa preciosa a la orilla del río, ese era nuestro destino. Llegamos al embarcadero y descargamos todo.

¡La casa era una pasada! Tenía una jardín enorme, una piscina y por dentro era una maravilla. Con dos plantas, 5 habitaciones, cocina y una sala de estar en el primer piso. Perfectamente orientada hacia el río y decorada de manera que parecía que estuvieras realmente en una casa colonial de finales del siglo XIX.

La casita


Allí nos pasamos todo un fin de semana de absoluto descanso y ganduleo. Comiendo, bebiendo, bañándonos en la piscina y hablando todo el fin de semana. El domingo nos acercamos al pueblo, aunque tampoco tenía mucha cosa. Astilleros y muelles abandonados, algunas casas medio derruidas y otras a punto de caerse.

Pasándolo mal en la piscina


Después de un fin de semana de descanso emprendimos el camino de vuelta, esta vez no tan entusmado como a la ida ya que el destino del viaje era Georgetown... Pero habrán más oportunidades de salir. ¡Pronto podré escribir sobre visitas a las comunidades con el proyecto en el que trabajo!

1 comentario:

Mocholin dijo...

Hola!!! yo también ando inmerso en una pequeña aventura, ya te contare... He sacado un poquito de tiempo para ver tu blog, me alegro de que te vaya bien y espero que puedas hacer muchos muchos viajes ya que es de la única manera que escribes cosas aquí cacho ...!!!!!!