La cultura musical peruana

sábado, 13 de julio de 2013

Kaieteur Falls

Los días 28, 29, 30 y 31 de marzo aprovechando que aún no habíamos entrado del todo en la temporada de lluvias decidimos hacer el viaje que todo el mundo te recomienda en Guyana, la cascada de Kaieteur.

Es curioso, porque todo el mundo en estos lares coincide y reconoce Kaieteur como la joya del país pero prácticamente casi ningún guyanés las ha visto más que en fotos. Como ya conté en otras entradas los desplazamientos son muy caros y eso sube el precio muchísimo, no permitiendo a los locales disfrutar del sitio más impresionante de su país.

Era un viaje que teníamos en mente desde que llegamos y llamamos a una agencia para informarnos. En un principio pedían US$ 800, pero tras regatear un poco terminó dejándolo en US$ 650. Incluso después del regateo el precio era prohibitivo, por lo que empezamos a pensar que igual no lo haríamos.

Pasaron las semanas y tomando una cerveza con amigos salió el tema de nuevo. Resulta que Andrew conocía a un hombre que montaba el viaje por su cuenta y sus tarifas eran bastante más baratas que las de las agencias. Parecía un poco arriesgado y aventurado, pero teniendo referencias y cobrándonos un precio que era asumible no podíamos rechazarlo. Le pedí el teléfono y esa misma semana le llamamos.

Como cuantos más fuéramos hasta un grupo de 6 más barato salía empezamos a mover cielo y tierra y a proponérselo a toda la gente que conocíamos. Finalmente una mujer española que habíamos conocido de casualidad en Phawah se apuntó y un compañero suyo de trabajo que también era español se apuntó con ella. Los dos trabajan para la Comisión Europea y pensamos que sería muy divertido hacer este viaje con ellos. Así que ya éramos 4 por lo que nos quedó en un precio asumible y nos decidimos.

Quedamos con el guía, Tony, dos semanas antes para pagarle. Nos reunimos con él en el jardín de casa y estuvimos hablando un rato con él. El tipo era bastante interesante. Había sido Toshao (jefe indígena) de una comunidad cercana a Kaieteur y se conocía la zona al dedillo. Estuvimos hablando un poco de la logística y nos dio algunos consejos para andar por la selva.

Así pues a las dos semanas, tal y como habíamos quedado, nos vimos tras el parlamento. Allí estaba Tony esperándonos con Jose y Mireia ya metidos en el bus. Esperamos hasta que se llenara de gente y empezamos el viaje. Muchas horas se nos venían encima de autobús.
Las carreteras nacionales del interior de Guyana

Las primeras horas no era tan incómodo...

El camino es el mismo que hacia Lethem, el pueblo fronterizo con Brasil, pero esta vez paramos en Mahdia. Ir a Lethem en autobús son unas 14h, así que nosotros nos pasamos unas 9 para hacer un poco más de la mitad del recorrido. Era gracioso como se iba enguarrando el autobús a medida que íbamos adentrándonos en el interior del país.
Primera parada en Linden para comprobar documentos. El bus estaba limpito.

Antes de cruzar el primer río de camino a Mahdia.

En el ferry que cruzaba el río camino a Mahdia.

Llegados a Mahdia, Tony nos había dicho que un coche nos esperaba, por lo que bajamos con la expectación de ver cuál era el todo terreno que nos iba a llevar hasta el río. Grande fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos un pequeño turismo japonés de 5 plazas en el que nos metimos el conductor, su mujer, su hija pequeña, Tony, nosotros cuatro, las mochilas y la comida. Tuvimos suerte de que el camino era corto, aunque estaba lleno de baches. Tras un ratito a lo "¿Qué Apostamos?" llegamos al río donde la barca nos esperaba.
Camino al río

Preparándonos para el bote. Mireia llevaba su chubasquero, que no bolsa de basura.

El bote ya preparado


Sólo un par de horas de barca por el río nos separaban de la Amatok, la pequeña comunidad donde pasaríamos la primera noche.

El trayecto por el río empezó agradable y todo apuntaba a que disfrutaríamos de un bonito viaje en barca. De nuevo sentíamos esa sensación de navegar por ríos interminables rodeados en los bordes de espesa y verde vegetación a través de la cual no se veía nada. Estaba siendo un paseo de lo más placentero hasta que sin previo aviso unos nubarrones se posaron sobre nuestras cabezas y descargaron una cantidad indescriptible de agua. Nos empapamos de arriba a abajo, sin dejar ni un hueco de nuestra ropa seca... Tony se reía y decía que es la manera que tiene la Selva de limpiar a la gente que viene de la sucia ciudad...
Tony

Empapados llegamos por fin a Amatok. Las mismas amables nubes que nos habían recibido habían decidido pasar por el pequeño pueblo que recibe el nombre de la cascada que nos impidió seguir el viaje ese mismo día. Esas ambles lluvias habían dejado todo el pueblo hecho un barrizal, incluyendo la construcción en la que íbamos a dormir, que es digna de mostrar.
Amatok (tomada tras el aguacero)

Construcción donde colgamos las hamacas para pasar la noche
Amatok es un lugar tranquilo poblado por gente sencilla que por unas o por otras han optado por dedicarse a la minería. Nos quedamos alucinados cuando la cocinera nos enseñó con que le pagaban directamente los clientes; ¡pepitas de oro! Tras montar nuestras hamacas para dormir y ponernos un poco de ropa seca nos acercamos por la cantina para tomar unas cervezas y cenar. Allá una mujer muy amable nos cocinó esa noche y tras cenar un rico pescado del río Potaro, que habíamos navegado esa tarde, nos quedamos bebiendo un poquito de ron con Tony. Estuvimos hablando de muchísimas cosas y la conversación fue más que interesante. Tony tenía batallitas para aburrir y conocía muy bien las luchas que los pueblos indígenas en Guyana habían llevado a cabo para que se les reconocieran sus derechos. Te dabas cuenta por donde íbamos que todo el mundo le conocía y le respetaba. Tras chuparnos la botella entera y ya cansados pensando en el largo día que nos esperaba nos fuimos a nuestras hamacas a descansar.
Cervecita tras el largo viaje


La moneda habitual en Amatok

La conversación con Tony supuso nuestro primer contacto con las poblaciones indígenas de este país y lo acribillamos a preguntas. Nos contó algunas de las acciones que llevaron a cabo para conseguir que se reconociera la propiedad de las tierras de Kaieteur. Por lo visto, ya con el país emancipado, el principe Carlos de Inglaterra visitó Guyana y el Gobierno decidió enseñarle su joya natural, Kaieteur. Enteradas las comunidades de la zona se reunieron y se plantaron en la entrada con pancartas para que les escucharan y hacerse ver. Por lo que nos contó Tony un guardaespaldas del Príncipe se les acercó y les organizó un encuentro con él. Finalmente pudieron contarle la problemática que allí había con las tierras y por lo visto el Príncipe abogó por que las reconocieran como propiedad de los que las habían habitado durante siglos. Fue una lucha dura, pero a día de hoy, se ha avanzado mucho en este país con el reconocimiento de propiedad de las tierras. Es un tema muy controvertido por la cantidad de recursos minerales que se están descubriendo en esas tierras.

Así, tras una noche húmeda y fría (no hubo manera de que se secara la ropa), nos pusimos en marcha. Desayunamos mientras el conductor y Tony trasladaban la barca a la parte alta de las cataratas Amatok por tierra. Ya listos para salir José tuvo ocasión de pegarse un bañito con Tony en el río que más bien parecía de Coca-Cola. Ese color marronuzco que al principio nos parecía suciedad y contaminación se debe mayormente a la acidez formada de la descomposición orgánica principalmente de la madera. Marco me ha comentado que se llaman compuestos húmicos y yo he llegado a la conclusión de que debe ser el ingrediente secreto de la Coca-Cola.
El desayuno de los campeones

Remontando el Potaro de nuevo nos encontramos con un par de lugareños de Amatok conocidos de Tony. Estaban en una plataforma de lo más artesanal descansando mientras una bomba de agua removía el lecho del río en busca del valioso a la vez que inservible mineral. Esa es la escapatoria económica de mucha de la población indígena de Guyana, la cual les reporta bastantes beneficios. A lo largo del trayecto veríamos otras plataformas más grandes así como algunas excavaciones a cielo abierto, donde se había deforestado buena parte de selva. En las orillas se veían pequeñas cabañas o campamentos llenos de mineros trabajando.
Mineros buscando oro

Pero no todo lo que veíamos eran mineros removiendo tierra y ríos, también nos encontramos maravillas naturales. En algún momento pudimos ver de lejos las cataratas y empezar a salivar con lo que culminaría el viaje. Es curioso, conforme nos acercábamos a algunos rápidos o cascadas veíamos una espumilla extraña que parecía jabón. Tony nos explicó que era el agua agitada que caía de las cascadas o los rápidos. Conforme íbamos remontando el río veíamos cascadas a izquierda y derecha. El paisaje selvático y llano que dominaba la zona entre Mahdia y Amatok dejaba poco a poco paso a un paisaje igual de selvático pero montañoso. Una maravilla en la que apetecía perderse y por la que apetecía caminar.
Primera vista de Kaieteur

Cascada en las montañas que bordeaban el río

Mis deseos pronto se hicieron realidad y encontramos otra cascada que nos impedía seguir remontando el río y que marcaba el inicio de nuestra caminata. Dejamos la barca y aprovechamos para hacernos unas fotos (el sitio era impresionante), comer algo y beber un poco de agua antes de la caminata. Así pues nos pusimos en marcha con el sendero.
¡Desembarcamos por fin!

Bicho Palo trepando por Marco

La caminata no duró mucho más de 3 horas, pero tuvimos tiempo suficiente de que nos lloviera, de bañarnos en algún riachuelo, y de disfrutar de esos árboles milenarios y los pájaros en sus copas. Tony lo llevaba con mucho humor, lo cual ayudaba a todo el grupo. Tenía marcados 3 puntos claves a los que llamaba los "Oh my God" (Oh Dios mío) y que simbolizaban el inicio de una cuesta empinada. Cuando llegamos a la parte más alta de la caminata, la que nos mantendría ya a la misma altura que la cascada los gritos de los pájaros nos recibieron con excitación. Tomamos un poco de aire mientras Tony nos contaba más historias, una de ellas sobre una vez que llevó al hijo del Presidente a Kaieteur. El niño, que por lo visto era de todo menos humilde, se creía un gran explorador y se aventuró en el bosque solo dejándo atrás al resto del grupo pese a las advertencias de Tony y el otro guía. El angelito por lo visto se perdió y aprendió esa noche que pasó solo en la montaña una buena lección.
Afilando el machete para abrirnos paso

De camino a la cascada

Atravesando ríos de Cola


Ya en la parte alta de la montaña empezamos a oir agua caer, aún nos quedaban unos 45 minutos de camino así que podéis haceros una idea de la cantidad de agua que arrastra. El sonido se hacía más intenso conforme avanzábamos hasta que Tony nos sacó un poco del camino y nos metió por entre unas rocas. Una nube de vapor de agua nos humedecía la piel y cuando levantamos la vista allí estaba. Monstruosa en su belleza, 226m de caida libre de litros y litros de agua constante. Se hizo un silencio en el grupo y todos nos sentamos un rato a contemplarlas. Me esforzaría en describirlas, pero haciendo valer el dicho os dejo unas fotos que seguro valen más que las mil palabras más elocuentes que pueda tener en la cabeza.
Kaieteur falls

Todo el equipo

Allí embobados con el espectáculo que la madre Tierra nos brindaba estuvimos una media hora, hasta que Tony nos despertó del estado narcótico que aquella cantidad de agua fluyendo nos provocó. Había encontrado una "Golden Frog", las ranas enanas y venenosas que habitan cerca de la cascada y que suben por las tardes a disfrutar de la humedad provocada por la cascada. Al atardecer se produce un curioso efecto debido al cambio de temperatura. La diferencia de temperatura entre el aire y el agua hace que una gran masa de vapor de agua se levante y por algunos instantes la cascada desaparece como por arte de magia. Solo el estruendo de litros de agua cayendo confirma que no se ha ido y sigue allí.
Golden Frog

Golden Frog

Cascada desapareciendo

Como empezaba a atardecer Tony quiso que fuéramos al albergue a descargar y adecentarnos un poco. Ya en el albergue y tras un duchazo e instalar las hamacas Tony nos cocinó una cena que nos supo a gloria. Cenamos todos juntos con una pareja que trabajaba para el ministerio de Turismo. Estaban preparando el proyecto de un centro de visitantes en el sitio donde comenzamos a andar. Tenía buena pinta, ojalá salga adelante.

Tras cenar vino el ron, que esta noche fue acompañada de cierta hierba arómatica que Tony consiguió en Amatok y sacó de sorpresa. Cayó la botella de ron otra vez y eso nos soltó la lengua de nuevo. Tony tenía batallitas para todos los públicos y siguió con algunas de ellas muy divertidas e interesantes y por supuesto nuestras preguntas continuaron. Todo el grupo estaba muy cansado, pero Tony quería darse un baño en el río así que le acompañé a la cascada.

Aún no la había visto tan de cerca y llegar allí al borde de la cascada por la noche fue algo impresionante. A la luz de la luna el agua marrón casi no se distinguía más que por el ruido, lo cual hacía ese lugar aún más impresionante. Tony se dio el baño y nos quedamos allá un rato disfrutando de esa maravilla en la oscuridad.

La noche fue mejor que la anterior, menos humedad y más secos así que a la mañana siguiente nos levantamos con energías. Tony ya se había levantado y preparado desayuno. Es increíble como se recupera ese hombre de rápido. El plan para el día era que Tony cocinaría y nosotros tendríamos el día entero para disfrutar de la zona.

Y así hicimos. Cada uno por su cuenta nos dedicamos a explorar la cascada. Nada más acercarme al borde me vinieron a la cabeza las palabras de Alejandro de Humboldt cuando decía "El mundo está bien en aquellos lugares donde el ser humano no alcanza a turbarlo con sus miserias" Sin ninguna duda el explorador y naturalista tenía en mente un lugar virgen como este cuando escribía esas palabras. Lo que por la noche me había impresionado con sombras y sonidos a la luz del día te quitaba el haliento.

Es tan poco el rastro del ser humano en la cascada que no tiene ni vallas. Puedes pasearte, asomarte, trepar, bañarte. Hay que respetarla, pero puede ser disfrutada como el paraje casi virgen que es. Concretamente hay una roca que sobresale paralela a la cascada que permite tener una vista dominante e impresionante del valle, mirar como los pájaros se esconden tras la cascada o sencillamente disfrutar de la hipnotizante caida del agua.
Asomado a la roca
Río Potaro tras la cascada

La noche anterior Tony nos contó la leyenda que la población indígena de la zona tenía para las cascadas. Cuenta la leyenda que un hombre viejo navegando con su barca cayó por la cascada y que desde entonces su espíritu reside en la cascada. Hay una roca justo enfrente que vista con mucha imaginación y con la perspectiva adecuada se parece a un señor mayor y dicen es la imagen del viejo que cayó por las cascadas. Según Tony, Kaieteur significa eso mismo, la cascada del hombre viejo. Leyendas aparte se ve claramente el efecto de la erosión. Todo el valle es fruto de la erosión del río que sigue comiendo terreno. Según los geólogos en unos miles de años esa zona donde está el albergue y donde todos nos asomamos a ver las cascadas se la habra comido el río por la erosión y la cascada se ubicará unos metro río arriba.
Supuesta cara del Hombre Viejo

El día lo disfruté muchísimo. Mucho tiempo para pensar y disfrutar de la tranquilidad y la belleza que el lugar nos ofrecia. Ya por la noche nos acercamos a un pueblito cercano a comprar más ron como mandaba la tradición y disfrutar de la última noche.

El día siguiente nos despertamos y como el vuelo se retrasó tuvimos tiempo de disfrutar un rato más de la cascada y sacar algunas fotos de última hora. Finalmente nos acercamos al aeródromo y esperamos a que llegara nuestra avioneta, que más bien parecía una lata de sardinas.
Avioneta de vuelta

Volver en avioneta tuvo su encanto, pues la salida hacia Georgetown la hace por delante de la cascada y te da una perspectiva aérea impresionante. Fue una lástima tener que decirle adiós a un sitio tan mágico casi con la certeza que puede que nunca vuelvas a visitarlo.
Despedida

El vuelo fue de lo más interesante. Bajo nosotros todo era vegetación y agua al principio, hasta que te encontrabas de repente un agujero en la tierra. La cantidad de explotaciones mineras que nos encontramos era alarmante y lo peor de todo es que José nos comentó que el había ido en avioneta el año pasado y que en ese año se habían como triplicado el número de excavaciones que veía. Ojalá sepan gestionar bien los recursos naturales en este país y respeten ese bien tan preciado que tienen y que es la selva.
Minas

Por fin llegamos a Georgetown donde nos despedimos de Tony con la idea de hacer una cenita antes de irnos y volver a verle. Esperemos que nos de tiempo.

1 comentario:

Marco dijo...

Me ha molao leer qué cosas recuerdas y remarcas, q no necesariamente son las mismas q remarcaría yo. Genial la cita de Humboldt. La espera ha merecido la pena. Gracias!